[AD] Turno 4 [Grupo] [Montañas, Mañana]
Montañas de la Boca del Desierto, 12 de Tarsakh (abril), 1372 CV Año de la Magia Salvaje. Por la Mañana.
Shadril se recostó contra una esquina y se quedo quieta reflexionando, no deseaba realmente entrar en conflicto con los goblins, pero tampoco quería dejar pasar la oportunidad de averiguar si estos tenían algo que ver con los drows que habían atacado a las comunidades de los Valles, o si quizás simplemente, sabían algo de ellos.
Debido a sus experiencias y su pasado turbulento, se negaba a formar parte de la gente que prejuzgaba a otras criaturas, y prefería no emitir juicios generalistas, si no que procuraba analizar a cada ser de manera personal e individual. Después de todo, sus creencias la llevaban a opinar que se podía llegar a sacar a toda una raza, como eran los drows, del abismo de depravación en que estaban inmersos.
Ella era un claro exponente de que su maldad no estaba en la herencia vital, si no en la educación recibida.
Desde luego su comportamiento a veces no era bien recibido por mucha gente, y en el pasado se había metido en situaciones bastante graves, al principio en parte, por haber pecado de cierta ingenuidad. Pero a base de dar oportunidades, Shadril había desarrollado a su manera una gran intuición para calar a los demás en la primera impresión, y ello unido a su don de gentes y su encantadora personalidad solían reportarle ciertos beneficios en las situaciones sociales.
Shadril se descolgó la mochila de los hombros, y posándola suavemente en el suelo se acuclilló junto a ella. La bolsa era de un cuero fino y repujado de color negro, pero, aunque tenía una antigüedad considerable, parecía conservarse como nueva. De todos los maravillosos objetos encontrados en sus viajes por el antiguo grupo
aventurero, aquel era uno de los preferidos por Shadril; porque, aunque las runas grabadas en el cuero también le daban un aspecto bastante lustroso, su característica especial era que podía almacenar de manera sobrenatural una increíble cantidad de objetos.
Aquello había sido uno de los secretos de su éxito como cocinera a lo largo de sus viajes, pues Shadril solía guardar y reponer diferentes tipos de alimentos y condimentos, lo que hacia que las comidas durante los desplazamientos fueran mucho mas placenteras que las típicas raciones de campaña de otros viajeros.
La elfa le indicó a Amroth que se acercara y arrimándose un poco junto a el le susurró al oído.
-Quizás podríamos obtener algo de información de esos goblins con el uso de mi arma especial.-
El silencioso elfo la miró extrañado mientras Shadril abría el broche del bolso principal de la mochila e introducía las dos manos en la oscura cavidad. Esperándose que sacara algún extraño artilugio, se quedó de piedra cuando la elfa le mostró una botella de licor añejo y una de sus famosas empanadas, mientras sonreía picaramente guiñándole un ojo.
Mientras aguardaba la respuesta del circunspecto explorador, ella indicó:
-Aún así, me gustaría que fueses a buscar a Aramir para saber su opinión, estaría bien contar con su ayuda por si las cosas se tuercen. ¿Tu qué crees?
Amroth miró a los ojos de la elfa, como tratando de leer en ellos si realmente iba a esperar su regreso y el del guerrero humano o si actuaría por su cuenta.
Finalmente parece que se da por satisfecho pues se vuelve y desaparece en la oscuridad de la cueva sin decir una palabra, sin hacer ningún ruido de hecho. Al menos ninguno que los élficos oídos de la sacerdotisa puedan captar.
Shadril permaneció a la espera escuchando la conversación de los goblins. No podía comprender las palabras pues desconocía el idioma, aunque sí pudo reconocer algunas de uso común. Sin embargo, estaba más concentrada en el tono de la conversación que en su contenido. Quizás si podía descubrir algo del estado de ánimo de los goblins pudiese hacerse una idea de la mejor forma de abordarlos sin desatar un baño de sangre. Las relaciones entre su pueblo y el de la sacerdotisa pocas veces habían sido en términos amigables, por decir algo.
Amroth recorrió la cueva hasta la salida con presteza pero con sigilo. Cuando por fin llegó a la entrada de la cueva, se asomó al exterior. Seguía lloviendo y no parecía que fuese aparar. De hecho llovía con más fuerza. Pudo divisar a Aramir arrimado a la pared de roca desnuda, arrebujado en su capa de viaje, tratando de protegerse de la ya torrencial lluvia, con un éxito más que discutible.
- Psh!!! Aramir.- Llamó el elfo desde su privilegiada posición.
El humano miró hacia arriba y reprimió una blasfemia cuando la lluvia le calló directamente en el rostro.
- … Amroth ¿hay peligro? ¿podemos refugiarnos aquí? – sus palabras, una curiosa mezcla de susurros y gritos para hacerse oír sobre la lluvia pero tratando de evitar ser descubierto por oídos hostiles.
La respuesta del explorador, que tubo que rellenar mentalmente los huecos para comprender lo que le había dicho su compañero, pues algunas palabras se las llevó la lluvia, no se hizo esperar.
- Solo hay tres goblins acampados al fondo de la cueva, pero no nos han oído Shadril ha sacado una botella de licor y una empanada. Creo que quiere parlamentar. Será mejor que subas, por si a los goblins no les gusta la empanada.
Mientras pensaba que si a los goblins no les gustaba la empanada de Shadril se merecerían lo que les pasaría a continuación, el guerrero trepó por la pared de roca. La escalada no era tan fácil tras la torrencial lluvia, y ni la pesada armadura ni los no menos pesados años acumulados del guerrero hicieron nada por mejorar la situación. Sin embargo, el veterano aventurero se las ingenió para trepar lo suficiente por su cuenta de forma que su nuevo compañero le ayudó a culminar la escalada.
El recorrido por el angosto túnel de la cueva fue más difícil. Puede que no más peligroso, pero sí más claustrofóbico y frustrante. Pero también esa prueba fue superada con éxito y Aramir pudo respirar con cierta tranquilidad. Mientras recorría los últimos metros tan en silencio como le era posible para no ser oído por los goblins, a los que podía oír charlar tranquilamente más adelante, no pudo evitar sentirse culpable. Los mágicos tatuajes de su rostro, los mismos que le permitían ver su camino en la oscuridad, le permitían ver el rostro de la sacerdotisa mientras se acercaba a ella. Estaba claro que, para los estándares elfos al menos, Aramir no estaba moviéndose sigilosamente, en absoluto. Podría echarle la culpa otra vez a la pesada armadura, pero, aunque desde luego no era la mejor ayuda al sigilo, la armadura no era la única culpable. Aramir nunca había sido bueno en eso de “andar de puntillas”.
Y lo que tenía que pasar pasó. Los goblins interrumpieron de pronto su conversación y tanto los elfos como el humano se quedaron quietos como estatuas. Shadril movió los labios para que sus compañeros la vieran.
- Nos han oído
Dijo sin emitir sonido alguno. Entonces, pudieron oír movimientos frenéticos en el “campamento” goblin y tanto el guerrero como el explorador que estaba tras él, echaron mano a sus armas, por desgracia el pasillo era muy estrecho y la sacerdotisa estaba entre los goblins y ellos, con una botella de licor en una mano, y una de sus deliciosas empanadas en la otra…
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