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[AD] Turno 8 [Grupo] [Montañas, Mañana]

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Montañas de la Boca del Desierto, 12 de Tarsakh (abril), 1372 CV Año de la Magia Salvaje. Por la Mañana.

[Shadril]

- ¡No! Diosa, otra vez…. No. – Shadril saco la espada del pequeño cuerpo y la poso a un lado. Lentamente se arrodilló junto al cuerpecillo de la criatura. Sabía que la herida había sido completamente mortal, porque era inevitable para un combatiente que quisiera sobrevivir aprovechar las aberturas del contrario.

Como casi todas las sacerdotisas de Eilistraee, no era la mejor combatiente que uno podría esperar, pero estaba lo suficientemente entrenada en combate para saber defenderse y que lo más importante de todo era la supervivencia de uno mismo.

La vida de Shadril era si cabe más peligrosa que la de mayoría de los aventureros porque sabía que su misión personal era casi un imposible. Proteger la vida, allá donde fuera más peligroso. Salvar a aquellos que no pueden ser salvados.

Una vez más se había visto obligada a matar, para proteger su vida y la de sus compañeros. Y a veces aquello parecía no tener ningún sentido. Quizás hubiera sido fácil con una aberración cualquiera del submundo, pero no con aquellos seres condenados por los dioses.

La sacerdotisa cogió en sus brazos a aquella criatura, y la abrazo como queriendo disculparse. Sabía que ya estaba muerta y que aquello no significaba nada. Pero quiso disculparse por la vida que tuvo que vivir y las elecciones estúpidas que le obligaron a escoger. En su interior, una vez mas maldijo a los dioses por jugar así con los mortales.

Y una vez más comprendió porque seguía los pasos de su diosa. Al igual que Eilistraee, era una traidora. Era una traidora a los ojos de los elfos por querer proteger la vida de los drow, y lo era a los ojos de estos por la misma razón. Por sus venas corría la sangre de los dos linajes, y los dos la maldecían por igual.

El goblin le recordó una vez más la aborrecible tarea que tendría que hacer. Que tendría que matar para proteger la vida. La vida de aquellos que la necesitaban. Entonces Shadril lloró. Lloró por la criatura que acababa de matar, y lloró por si misma por lo que acababa de hacer. Sabía que un día no podría soportarlo. Sabía que un día moriría de la misma manera, y que lo más probable fuera porque ella misma se dejaría matar. Llegaría el día en que en mitad de un combate estaría sola, en que en la balanza solo estarían su vida y la del contrario. Que, quizás, no tuviera que proteger a nadie mas que a si misma, y entonces es probable que dejara que la espada que atravesara un corazón no fuera la suya.

La elfa cerró los ojos de la criatura y enjuagó sus lágrimas. En parte no quería que sus compañeros la vieran así. Sobre todo porque estaba segura de que Amroth no lo comprendería.

Se incorporó para ver si alguno de los otros podría ser salvado. Pero sabía que era muy dudoso porque sus compañeros solían tener una eficacia mortal. En el fondo agradecía que Aramir siempre diera golpes limpios, porque había guerreros totalmente desagradables que disfrutaban matando lentamente. Probablemente, en su corazón detestaba matar tanto como ella.

Mientras comprobaba los cuerpos, Shadril deseó que ojalá pudiera dar al menos un entierro digno a aquellas criaturas. Era muy probable que sus compañeros declinaran la idea, y ella tampoco deseaba retrasar más el viaje o ponerlos en peligro de una emboscada. Pero en su cabeza varias ideas danzaron, y fraguó un pequeño plan con el que quizás estuvieran de acuerdo.

[Shadril][2]

Esperando la vuelta del explorador, la dama elfa se relajó unos instantes para retomar el control. Sabía que debía de tranquilizarse por el bien del grupo, pero lo cierto era que el fracaso al tratar de negociar con aquellas criaturas parecía haberla afectado bastante.

A medida que la sobrecarga de adrenalina del combate remitía, los pensamientos de la elfa se fueron aclarando. Una vez más se dio cuenta de que quizás estaba un poco alterada, emocionalmente hablando.

En cierto modo, sus compañeras de fe ya le habían prevenido sobre aquello, pero era una pequeña carga que había decidido llevar consigo el resto de su vida.

La mayoría de los agentes de los poderes eran elegidos entre aquellos que poseían una gran fe o fuerza de voluntad especial para conectar con sus designios, o que simplemente habían escogido servirles como herramienta toda la vida. Shadril era especial en el sentido en que parecía tener una empatía particular con Eilistraee, una conexión sentimental innata, que le permitía llegar a sintonizar con los poderes divinos de forma natural, sin necesidad de rituales o rezos.

Pero aquella capacidad también la hacia especialmente sensible a las emociones y sentimientos, a veces de una forma casi sobrenatural. Casi todos los elfos eran capaces de desarrollar fuertes pasiones, pero en el caso de Shadril podían resultar muy peligrosas, pues quizás la conexión con Eilistraee no fuera la única posible.

Para tranquilizarse Shadril decidió analizar la situación. Algo no cuadraba con el comportamiento suicida de los trasgos. No podía ser que unas criaturas con fama de ser unos de los seres más cobardes y asustadizos, se comportaran de repente de manera tan temeraria.
Tenían que haber pasado por una situación muy difícil para que malgastaran su vida de una forma tan estúpida. Era probable que fueran algún tipo de fugitivos, y de los desesperados, además.

También habían reaccionado de una manera muy peculiar al creer que ella era una drow. Como si hubieran tenido algún contacto muy reciente y desagradable con ellos. Quizás incluso fueran esclavos fugados o soldadesca desertora.

Puede que estuviera siendo demasiado desconfiada, pero en sus viajes había aprendido de su esposo a no dar nada por sentado y a tratar de hallar respuesta en todas aquellas situaciones en las que tuviera algún extraño presentimiento.

Shadril abrió las ropas del pequeño goblin que estaba examinando, y trato de ver si encontraba en el cuerpo alguna marca u objeto que confirmara sus conjeturas. Aunque la temblorosa luz de la hoguera improvisada en mitad de la sala y las terribles manchas de sangre de la herida no facilitaban demasiado la tarea.

Mientras se incorporaba para buscar alguna pista entre las pertenencias del campamento, se volvió para dirigirse al guerrero:

– Aramir, por favor, échame una mano aquí. Acércame los otros cuerpos.
Quiero tratar de averiguar si tenían algo que ver con los elfos oscuros que andamos buscando. ¿Tu que crees?

A la vez que esperaba la respuesta de su amigo, la sacerdotisa decidió facilitar un poco las tareas de búsqueda de información. Recordando para sí la luz de las estrellas que se refleja en los ojos de todos los elfos de la superficie, y el místico brillo de la luna que trae esperanza en las noches oscuras, Shadril extendió la mano sonriendo.
Pequeñas luces brillantes de colores pastel surgieron de entre sus dedos revoloteando cual mariposas, y al final alzaron el vuelo agrupándose en varias esferas por encima de ella, mientras la sala se iluminaba con ligeros tonos aterciopelados.

[]

Shadril, con la ayuda de Aramir, registra a los cuerpos de los goblins muertos así como las posesiones que tenían amontonadas juntos al fuego.

Las armas que portaban los trasgos son de penosa calidad en el mejor de los casos, salvo la espada corta que llevaba el que no tenía los pantalones puestos. Su calidad es aceptable, de hecho, debió ser una buena espada en otros tiempos. Toda la ropa es pobre y está muy estropeada. No hay forma de determinar el origen ni de la ropa ni de las armas.

En los fardos que usan como mochilas se puede encontrar: 5 raciones de viaje, un odre medio vacío, yesca, un par de raciones de carne seca, una pieza de seda, algo de embutido, una especie de amuleto de hueso envuelto en un papel, tres velas sin usar y una casi consumida, dos dados de hueso, tres colas de rata atadas entre sí, un cuchillo con la hoja rota y dos monedas de plata y una de cobre.

Un análisis más detallado revela algunas cosas sorprendentes:

Las raciones de viaje son, nada menos, que pan de viaje halfling. Un pan de pasas habitual de los medianos y algunos humanos que conviven con ellos. Los trasgos no sólo no saben hacerlo, además, que sepáis prefieren comerse a los propios halflings antes que su pan.

El odre medio vacío no contiene agua, si no un licor especialmente fuerte que Aramir cree identificar como "licor de piedra", una bebida enana especialmente fuerte que se vende en los valles a no menos de 6 piezas de oro la botella.

El amuleto de hueso parece la falange de un humanoide grande, quizás un ogro, con una runa desconocida grabada en él. Sin embargo, es raro que lo lleven envuelto en un trozo de papel. Ni siquiera es un pergamino, sino auténtico papel.

El papel propiamente dicho está muy estropeado y roto. Como si alguien hubiera lavado los pantalones con el papel en el bolsillo, varias veces.

Examinándolo con detenimiento, el papel tiene algo escrito por una cara, algo que utiliza el alfabeto élfico o espruar, pero que es completamente ilegible debido a su estado. Por el otro, alguien ha utilizado algo que parece sangre para hacer un burdo dibujo obsceno. ¿Arte goblin?

La pieza de seda son unas bragas limpias, de factura élficas posiblemente.

Las monedas son de acuñación enana. La de cobre no se distingue bien, está muy desgastada, pero las dos monedas de plata proceden de Tethyamar, una ciudad enana situada en estas mismas montañas hace dos siglos y medio. La ciudad tubo que ser abandonada cuando fue invadida por muertos vivientes.

Todo un tesoro.

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