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[AD] Turno 2.1 [Shadril] [Montañas, Mañana]

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Shadril caminaba pensativa junto a Aramir, las preocupaciones parecían tenerla más ensimismada y silenciosa de lo que acostumbraba a ser. La lluvia caía fuertemente sobre ellos pero no era aquel tiempo tan desagradable lo que la hacia parecer tan seria, en cierto modo y para extrañeza del resto de la gente Shadril disfrutaba de la lluvia y las tormentas como si de un día veraniego se tratara. Lo que parecía tenerla preocupada era lo desconcertada de la situación en la que se encontraban.

Por un lado se sentía segura y agradecida de ir con sus compañeros actuales:

Aramir siempre había sido un buen hombre en el que confiar y tener otra vez cerca su firme compañía y su seguridad en si mismo la tranquilizaban, le recordaba tiempos más alegres y distendidos, tiempos en los que tuvo que viajar por el mundo para conocer otras gentes y culturas, tiempos de aventuras y de peligro, y tiempos en los que había que confiar tu vida a tus compañeros para poder proteger al mismo tiempo la de ellos. Aramir había estado en lo bueno y en lo malo siempre hasta el final, y Shadril sabia que podría volver a confiarle su vida a este valiente hombre de los Valles cuando hiciera falta.

Amroth también era un compañero fenomenal para viajar, muy sociable y atento hacia los demás, pero a la vez admirablemente volcado de una manera profesional a las tareas que hacia suyas. Conseguía hacer que viajar por estas agrestes montañas fuera tan fácil como ir de merienda campestre; tan solo tenias que seguir sus pasos por las escarpadas sendas y con pisar donde él lo hacia el camino parecía ir mas bien cuesta abajo. En cierto modo su iniciativa, capacidad de improvisación e individualismo le recordaban algo al Thanadrian de sus tiempos de aventurero, pero la juventud y animosidad de Amroth le daban un toque distinto a la exploración; su esposo parecía estar en demasiadas cosas al mismo tiempo y recientemente se había vuelto más pensativo y serio, demasiado centrado. Amroth se concentraba en lo que hacia como el que más pero volvía en si a menudo para recordarse que tenía compañeros a su lado.

La compañía de estos dos guerreros era realmente tranquilizante, Aramir era un soldado profesional con una gran experiencia a sus espaldas, y Amroth parecía tener también un impresionante adiestramiento en combate. No era que Shadril no supiese defenderse sola cuando las situaciones se ponían intimas, como agente de una divinidad y aventurera había tenido que aprender la ventaja de la fuerza de las armas, pero siempre se había considerado a si misma más una combatiente de apoyo en grupo, o una simple artista de la espada que una luchadora de primera fila.

Pero por otro lado a Shadril también le atenazaban las dudas de los acontecimientos más recientes, prácticamente había tenido que dejar a Bel a cargo del segundo grupo, para que llevaran los caballos hasta el asentamiento más cercano, o quizás incluso hasta el Valle de la Sombras si no eran bien recibidos, donde quizás estaría esperándoles Thanadrian y podrían informarle sobre su situación actual. Aun así seria una visión realmente extraña la de ver aparecer a dos drows escoltando a un enano cantor junto con la recua de caballos.

Bel era un drow sorprendente, no solo había abrazado casi de una manera fervorosa su nueva relación con Eilistraee, sino que se estaba adaptando de una manera asombrosamente rápida a la vida en la superficie. Al mismo tiempo se había recuperado del trauma de la resurrección de un modo extraordinario, y aunque cierto era que vivir y morir como carne de sacrificio para Lolth y encima acabar en el Abismo hacia que todo cambio de situación fuera una mejora; donde la mayoría de las personas habrían terminado creando rencor, odio y desconfianza, Bel lo había convertido en agradecimiento, ilusión y unas ganas de vivir excepcionales. En verdad, Shadril no dudaba ni por un momento que el haber sacrificado aquel poderoso anillo regalo de la familia real de Cormyr para resucitar a Bel había sido una de sus mejores decisiones en esta vida. Tenía la esperanza de que esa segunda oportunidad le trajera a Bel lo mejor de sus ilusiones.

Shadril estaba más preocupada por Darrek, el segundo drow del que se había hecho cargo y del que tuvo que prometer que vigilaría sus futuras acciones para poder sacarlo de la prisión. Había sido muy afortunado de ser hecho prisionero y de que no lo matasen directamente al apresarlo en uno de los ataques a la superficie, pero no lo habían tratado demasiado bien; pues esperar gentileza de sus captores habría sido una estupidez. Darrek lo había pasado mal y su comportamiento actual era más bien el de un ratón al que habían cambiado a una jaula nueva y desconocida que el de alguien con un nuevo mundo de oportunidades para recorrer. Lo cierto es que Shadril había hecho todo lo posible para que se sintiera cómodo, adoptando con él quizás una posición casi maternal; pero muy probablemente a causa del transcurso de toda su vida en una de las ciudades dominadas por la demoníaca fe de Lolth, Darrek parecía demasiado reticente a confiar en una figura femenina, y observaba con temor y desconfianza su relación con la sacerdotisa de Eilistraee. Shadril pensó en que le vendría bien poder separarse un tiempo de ella y tener la compañía de Bel para ver la nueva situación con perspectiva.

Por último, Glin era el enano más raro que Shadril había conocido en la vida, risueño, jovial y festivo, se había pegado a ella como si se tratara de la propia diosa Sharindlar, la que al parecer era la versión que tenían los enanos de una diosa del amor; y prácticamente la había obligado a desempolvar su lado más artístico y ponerse a enseñarle las canciones y bailes que conocía. Hasta cierto punto el extraño aspirante a bardo era realmente prometedor, más siendo un enano, y Shadril se sentía halagada por la atención que el enano le prodigaba, pero esperaba que lo que veía en sus ojos fuera solamente admiración, o un sano deseo de nuevas experiencias. Lo cierto es que se había tomado bastante bien el acompañar a los dos drow porque hasta parecía hacer buenas migas con Bel; y de algún modo lo más probable es que el charlatán enano fuera el más adecuado para sacarles las castañas del fuego a aquellos dos en caso de malentendidos.

De todas maneras, aún estaba preocupada por su futuro inmediato, Amroth parecía haberse sentido algo receloso a dejar a su montura a cargo del extraño grupo y ello le recordó a Shadril una vez más la posible idea que podían tener los habitantes de la superficie sobre los drow. Al haberse rodeado durante estos últimos años de buena gente, Shadril se había acostumbrado demasiado a las pequeñas comunidades que no miraban con recelo directamente a sus congéneres de linaje. Pero lo cierto era que la mayoría de los elfos oscuros crecían y vivían bajo el yugo de una sociedad y creencias crueles e inmisericordes, y ello había terminado dejando un legado de dolor, sangre y resentimiento difícilmente borrable en la mayoría de habitantes de la superficie. Las sacerdotisas de Eilistraee trataban de hacer que la integración racial fuera en cierto modo posible para los pocos que conseguían escapar de la vida en la infraoscuridad pero a menudo tenían que luchar contra una oposición abrumadora. 

Para tranquilizarse, Shadril volvió a realizar algo que acostumbraba a hacer en momentos de tensión; paso suavemente sus dedos por la mano y dio unas ligeras vueltas a su alianza de bodas; aquel maravilloso anillo era uno de los últimos grandes trabajos de un anciano mago artesano que habían encontrado en sus viajes y tenía el poder de hacerle percibir la presencia de su esposo y sus sentimientos. Sintió la vigorosa energía y concentración de Thanadrian en alguno de sus frecuentes entrenamientos y ello la confortó, pero en cierto modo la hizo sentir algo culpable que él pudiera darse cuenta de su estado de ánimo o preocupaciones así que levantó la mano del anillo.

Shadril salió por fin de su ensimismamiento al notar la mirada curiosa de Aramir y soltó un ligero suspiro al pararse y dejar caer las gotas de la lluvia torrencial por su rostro. La fuerte lluvia pareció borrar los últimos restos de ansiedad y decidió disculparse ante su compañero.

- Lo siento Aramir, parece que tengo la cabeza en las nubes últimamente, pero quiero que sepas que agradezco tener otra vez tu compañía para centrarme un poco.

Shadril no aguardó la respuesta del fornido hombre de los Valles, sabia que aquello podría haberlo dejado algo descolocado, así que sonrió y se giró para ver que había sido del joven explorador elfo. Al parecer había estado caminando demasiado abstraída y quizás se había retrasado, pero lo cierto es que el bueno de Aramir se había quedado con ella y no se había quejado en ningún momento.

Amroth apareció repentinamente a la vuelta de un repecho y su expresión alterada y su fuerte respiración, le indicaron que el elfo lunar se había adelantado un trecho y que había vuelto apresurado para informarles de algún descubrimiento interesante.

- ¿Va todo bien? - inquirió la elfa.

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