[AD] Turno 2 [Grupo] [Montañas, Mañana]
Montañas de la Boca del Desierto, 12 de Tarsakh (abril), 1372 CV Año de la Magia Salvaje. Por la Mañana.
Desde luego, hoy Aramir no se encontraba especialmente contento con la situación. En cierta manera se sentía agobiado por la idea de que la vejez fuese poco a poco ganándole la partida. Sí, quizás se había acostumbrado demasiado a la buena vida en el Valle de la Bruma, al mando de los Jinetes. En ese momento, decidió que no iba a permitir que su situación acomodada le impidiese recordar los viejos tiempos, en los que junto a los Afanas habían hecho grandes cosas.
- Vayamos siguiendo la senda y tomemos el desvío al oeste, está claro que si queremos sacar algo en claro de aquí tenemos que ponernos en marcha ya, y ahora mismo nos encontramos sin ninguna otra pista a la que acudir.
Quizás un camino de cabras como ese le vendría bien para ir desengrasando un poco, qué narices, incluso un buen chaparrón que le hiciese sentir vivo de nuevo.
- No estoy de acuerdo. Puede que sí tengamos una pista. Creo que debemos tomar el camino secundario. Aunque pueda parecer que no se utiliza en mucho tiempo, es de elfos oscuros de quien estamos hablando. Como todos sabemos son maestros en el engaño y en hacer parecer cosas que no son en realidad. Creo que tampoco sabemos el tiempo que nos llevan de ventaja. De todas formas, puestos a escoger un camino, voto por ese...
- Sí, yo también.
- De acuerdo entonces, vayamos por el camino secundario.
Apenas el grupo llevaba media hora caminando, comenzaba a repiquetear insistentemente contra sus armaduras el goteo del agua. Los veteranos aventureros se cubrieron con sus capuchas y se abrigaron aún más con sus viejas capas de viaje.
Amroth, el miembro más reciente del grupo, viajaba varios metros por delante de sus dos nuevos compañeros. Se sentía más cómodo viajando solo y, después de todo, era mejor que alguien capacitado explorase el terreno que les aguardaba, para evitar en lo posible sorpresas desagradables.
Efectivamente, no había huellas por esta senda, aunque se diría que fue utilizada hace siglos. Una nueva pista sobre su uso apareció apenas un par de horas de iniciar su camino por ella. Como a un par de kilómetros de distancia y unos 50 metros por encima de ellos, se alzaba lo que parecía una vieja torre de guardia. Cuando estuvo más cerca, el joven explorador elfo pudo verificar que era una torre, muy antigua y prácticamente derruida. Y, aunque no sabía gran cosa sobre arquitectura, apostaría un buen puñado de piezas de plata a que era de construcción enana. Si, definitivamente estaban por el buen camino.
Sin embargo, decidió no reunirse con sus compañeros para informar del descubrimiento. No era algo urgente ni peligroso (por el momento) y pronto lo verían ellos también.
Continuó andando, pendiente de cualquier sombra, cualquier ruido que le advirtiese de un peligro, mientras caminaba por el cada vez más embarrado camino de montaña. La lluvia era cada vez más intensa, y empezaba a ser molesta incluso para él, acostumbrado a la intemperie. Quizás fuese por que estaba más acostumbrado a soportar la lluvia bajo el relativo resguardo de los árboles. Y por aquí, salvo algún raquítico arbusto de montaña, no había árboles.
Eso le hizo pensar. Realmente esta parte de la montaña tenía muy poca vegetación, menos aún de la que cabría esperar. Quizás fuese por la cercanía del desierto de Anaurokh, aunque la persistente lluvia le quitaba fuerza (prácticamente derribaba) ese argumento. Aún cavilaba sobre el particular, cuando algo le llamó la atención. Algo le puso en alerta, pero no podía precisar qué era. Quizás un olor, puede que un ruido, pero algo le había sacado de sus cavilaciones sobre la foresta autóctona.
Puesto en guardia, revisó el área a conciencia, aunque no vio ni oyó nada especial. Sí se dio cuenta que estaba casi bajo el torreón casi derruido. Casi bajó la guardia pensando que era eso lo que le había sacado de su ensimismamiento, pero avanzó unos cuantos metros más, sigilosamente, para asegurarse, y tubo éxito.
A penas unos metros más allá, había un rastro. Las huellas de dos, puede que tres, humanoides, que venían en sentido contrario se habían puesto a trepar por la pared de la montaña. La lluvia había eliminado cualquier rastro que pudiese seguir por la pared de roca, pero examinándola con atención pudo ver una abertura en la misma. A dos metros, o dos metros y medio, por encima del camino había una especie de cueva. Todo apuntaba a que los humanoides por identificar se habían metido allí, y no hacía mucho. Probablemente se metieron allí para guarecerse de la lluvia. Si sólo están allí para eso, y no para vigilar el camino, es posible que pudiesen continuar su camino sin que les oyesen.
La armadura del humano, Aramir, podría ser un problema, pero el ruido de la lluvia, con toda probabilidad, disimularía el que hiciese el humano al pasar. O quizás fuese mejor entrar en la cueva y averiguar quién está allí y si es una amenaza antes de continuar viaje.
Con esto en mente, el explorador desanduvo el camino para reunirse con sus compañeros y contarles lo que había descubierto.
0 comentarios