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[AD] Turno 7 [Grupo] [Montañas, Mañana]

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Montañas de la Boca del Desierto, 12 de Tarsakh (abril), 1372 CV Año de la Magia Salvaje. Por la Mañana.

[Aramir]

De repente, y como por arte de magia, Aramir se encuentra con una lanza aparecida de no se sabe dónde clavada en su escudo. Tres goblins delante, ¡no!, ¡hay más detrás!. Aramir observó movimiento por el rabillo del ojo y oyó como algo golpeaba a su compañero de fatigas.

"Esto se pone feo"

Al encontrarse entre Shadril y Amroth, en un pasillo tan estrecho, no podía manejar su hacha de batalla, con lo que su mente, adiestrada en el ámbito estratégico después de haber tenido a su mando a los Jinetes del Valle de la Bruma, fraguó un plan...

"Lo mejor será obtener movilidad. Utilizaré el hacha arrojadiza para elimiar uno a uno a los goblins de enfrente, ayudado por Shadril, con lo que podremos acceder a la pequeña gruta en la que tenemos el triple de espacio que en esta pequeña trampa. Me temo que Amroth tendrá que cubrirnos las espaldas, ya que no se me ocurre otra opción para salir de esta emboscada."

Shadril es más baja que Aramir, con lo que para él sería más fácil lanzar el hacha. Esta se encargaría de retornar mágicamente a sus manos como "casi" siempre había hecho hasta el momento.

Con un rápido gesto, el bárbaro sacó su hacha arrojadiza y se dispuso a lanzarla contra su primer objetivo, intentado apuntar por encima de la sacerdotisa de Eilistraee.

"¡Shadril! ¡Voy a lanzar el hacha contra esos goblins del demonio, atenta!"

[Shadril]

Shadril adoptó una postura de combate y realizo un rápido y fluidomovimiento para desenvainar su espada. Terminó el movimiento describiendo un pequeño semicírculo delante de ella con la punta haciael suelo, todo al mismo tiempo que entonaba unas melodiosas palabrasde poder: - Kirjurin loitsu edellä laakea: ¡pyhäkkö!

Al pronunciar la última palabra un resplandor recorrió todo su cuerpopartiendo desde el símbolo que colgaba de una cadenita en torno a laempuñadura del arma. Cuando desapareció la luz, pequeñas motasmulticolores se quedaron recorriendo su figura mientras una especie debrisa agitaba su cabello. Al mismo tiempo, un aroma a floressilvestres recorrió la caverna.

Mientras se preparaba para atacar, Aramir creyó reconocer el poder quehabía invocado Shadril, y decidió desviar su mirada para centrar todasu atención en los goblins. Sabía que era peligroso fijar la vista enla elfa cuando la protegía aquel aura. En otras ocasiones, había vistocomo los que trataban de atacar a la elfa, se quedaban paralizados sinrespiración ante la belleza que emanaba en momentos así.

Shadril dio un paso adelante al lado del fuego con absoluta confianza,sosteniendo con una sola mano la espada que era casi tan grande comoella. Con un brillo de amenaza letal que se reflejaba en susalmendrados ojos, ordenó a las desagradables criaturas. -¡¡Dejad deatacarnos inmediatamente si no queréis acabar todos muertos!!-

Seguramente aquellos seres seguirían con sus intenciones, pero tratabade controlar la situación y dar una ultima oportunidad antes de que seprodujera el inevitable baño de sangre. Además prefería centrar suatención en ella, para que Aramir pudiera entrar en la sala y dejaraespacio de combate libre para el montaraz.

[Amroth]

"Un irónica sonrisa se dibujó en el rostro de Amroth. Después de todo, un goblin siempre sería un goblin, e intentar razonar con ellos... En fin, cada uno tenía que cometer sus propios errores para aprender. Había descubierto eso hacía muchos años. A pesar de ser un jovenzuelo, casi un niño, según los estándares elfos, Amroth había recorrido mucho mundo en sus viajes, había visto cosas que escapaban a su entendimiento, había conocido gentes de todo tipo, había amado, reído, llorado, sufrido y celebrado... Pero siempre había una constante:

-Un goblin siempre será un goblin... - Con estas palabras susurradas, Amroth se lanzó a la batalla. Por fin algo que comprendía perfectamente. Por fin las cosas volvían a ser medio-normales. Un elfo apoyando a una drow que negociaba con unos goblins. Si le hubiesen dicho algo así hace un tiempo, se habría reido de lo absurdo de la idea, ahora se reía de lo absurdo del hecho. Al menos ahora sólo apoyaba a una drow que peleaba con unos goblins. Medio-normal."

[]

Aramir lanzó el hacha por encima de la cabeza de Shadril, lo cual ya era de por sí toda una proeza dado que el techo está a poco más de un palmo por encima de la sacerdotisa, y que su objetivo mide varios palmos menos que ella. Sin embargo, los años de práctica y, por qué no decirlo, la magia del arma, consiguieron que el arma describiera un arco y fuera a impactar de lleno sobre el goblin más alejado alcanzándolo en el hombro y derribándolo sobre el suelo de roca, con una herida que no tardaría en matarlo. Tan pronto como el pequeño cuerpo dio contra el suelo, el arma mágica se separó de la herida por sus propios medio y voló de vuelta a la mano de su propietario.

Estos acontecimientos fueron registrados por la mente subconsciente de la sacerdotisa, mientras su mente consciente rezaba a su diosa en la antigua lengua para que le concediese protección. La protección del Santuario.

Su experiencia y adiestramiento lograron evitar que sus enemigos tomaran ventaja de la distracción provocada por su oración. No había distracción que aprovechar. Un conjuro tan sencillo no haría que dejase de prestar atención a las amenazas más inmediatas. El hecho de que casi no percibiera el hacha voladora, se debía más a la confianza en su compañero que a su concentración.

Por desgracia, el pequeño trasgo sin pantalones, el que había hablado y que probablemente fuese el líder del grupo, logró superar la protección del santuario y la amenaza lanzada por la intrusa no hizo sino animarlo. Se lanzó con su pequeña espada contra la elfa. Danzaron durante varios segundos; el pequeño bastardo era un luchar más diestro que ninguno de su raza que la elfa hubiese encontrado con anterioridad.

Mientras Shadril danzaba con su adversario, al que superaba en fuerza, tamaño y armamento, el Comandante de los Jinetes de la Bruma aprovechó el espacio disponible para volver a lanzar su arma, esta vez contra el otro goblin de la sala. Una criatura debilucha con una maza que parecía recuperarse de la impresión del conjuro de la mujer para centrar su atención en el hombre. Sin embargo, el hacha del veterano guerrero le cercenó la cabeza limpiamente antes siquiera de que hubiese dado un sólo paso en dirección al humano.

Mientras tanto, el explorador elfo en la retaguardia se las había ingeniado, sólo los Seldarine saben como, para desenvainar una de sus espadas bastardas en un espacio que apenas le permitía separar los brazos del cuerpo. Y no solo conseguía contener a los goblins si no que los estaba haciendo retroceder. Las pequeñas y traicioneras criaturas se apoyaban unas a otras en su ataque sobre el elfo y habían conseguido atravesar su armadura en varios puntos, pero sus heridas no eran más que rasguños, gracias a su armadura de cuero, una obra maestra de artesanos elfos del oeste. Ahora, con una de sus espadas en la mano, había conseguido herir de gravedad a uno de los goblins y los tres trataban ya de retirarse de vuelta a la salida de la caverna, pero Amroth no les daba cuartel. La entrada de la cueva estaba a cierta altura sobre el camino, y en cuento intentaran bajar, serían carne muerta.

La lluvia del exterior era más fuerte, una tormenta creciente. Sin embargo, ni el elfo ni los goblins prestaron atención a la lluvia. El viento cada vez más fuerte había hecho que el agua de lluvia entrase en la cueva, y toda la entrada estaba empapada. Uno de los goblins resbaló con agua, cayendo al suelo. El incansable ataque del explorador hizo que uno de los otros tropezase con el caído para caer a su vez, esta vez, fuera de la cueva, en la tormenta. El goblin restante, herido de gravedad, no pudo evitar el furioso ataque del elfo y la espada bastarda le atravesó de parte a parte, arrancándole su miserable vida. Aún no había conseguido sacar la espada del cuerpo inerte, cuando el goblin que había resbalado, aún en el suelo, trató de clavarle la lanza al elfo. La punta falló la ingle por una pulgada escasa. Tan pronto el explorador logró liberar su arma, se la clavó a su último adversario. ¿Ultimo?. Se asomó a la tormenta para comprobar si el goblin que había caído fuera seguía por allí. No pudo verlo. La visibilidad era muy escasa y apenas se podía ver el camino bajo en la entrada de la cueva, pero el goblin no estaba allí. Había sobrevivido a la caída y había huido. El explorador dudó si perseguirlo en la tormenta o ayudar a sus compañeros.

Mientras el explorador dudaba si salir bajo la tormenta, en el otro extremo de la cueva, el guerrero humano tenía su arma preparada, pero no se atrevía a lanzarla, mientras la sacerdotisa danzaba con el pequeño goblin. El pequeño sabía moverse y había puesto en un aprieto a la sacerdotisa al menos en dos ocasiones. Pero esta vez la ventaja era de la mujer.

- Esto no tiene por que terminar así. Ríndete. Tus compañeros ya han muerto. Tú no tienes por que morir.

- ¡Y un cojón de rothe!. No pienso volver. Al final, tendréis lo que os merecéis.

Se lanzó con furia asesina contra la mujer, descuidando su guardia. Finalmente, a la sacerdotisa no le quedó mas opción que clavarle la espada en el corazón a la desdichada criatura. El goblin murió mirando hacia arriba, directamente a los ojos de la sacerdotisa.

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